Georgia O’Keeffe. Retrospectiva

Georgia O’Keeffe. Retrospectiva

La Fundación Beyeler de Basilea (Suiza) cumple 25 años y lo celebra con una retrospectiva de la gran pintora Georgia O’Keeffe. La exposición podrá visitarse entre el 23 de enero y el 25 de mayo de 2022 y reúne 85 obras (entre pinturas, dibujos y acuarelas), procedentes del Museo Georgia O’Keeffe de Santa Fe (EE. UU.), el Museo Thyssen de Madrid (España) o el Centro Pompidou de París (Francia). Asimismo, colaboran algunas colecciones privadas, como la Colección Daros, con la que la Fundación coopera desde hace tiempo. Según su director, Sam Keller, la artista tiene en su biografía y en su obra diversas conexiones con otros artistas de las colecciones del museo; como Manet, Cézanne, Kandinsky (cuyo libro Lo espiritual en el arte le influyó) o Brancusi, quien reconoció en el arte de Georgia una «fuerza libre desatada». La curadora del museo, Theodora Vischer, y su equipo, han preparado una visita topográfica. Han separado las obras por los lugares que tuvieron importancia para la artista; Texas, Nueva York, el lago George y Nuevo México, lo que corresponde, aproximadamente, con un orden cronológico. Los cuadros más tempranos de esta retrospectiva corresponden a 1916 y los más tardíos son de la década de 1970, en Nuevo México.

Georgia O’Keeffe nació el 15 de noviembre de 1887 en Sun Prairie (Wisconsin), siendo la segunda hija de una familia de granjeros. Desde siempre se interesó por la naturaleza y por la creación artística. En 1905 comenzó a estudiar en el Art Institute of Chicago, pero por problemas económicos, tuvo que interrumpirlo. En 1907 se inscribió en la Liga de Jóvenes Estudiantes de Arte de Nueva York. En 1908, una exposición en la Galería 291 (una galería de arte situada en el número 291 de la quinta avenida de Nueva York, creada y gestionada por el fotógrafo Alfred Stieglitz y en la que se realizaron las exposiciones más importantes del movimiento fotográfico denominado Photo-Secession), presentaba dibujos del escultor francés Auguste Rodin, que causaron un gran revuelo en la sociedad conservadora de la época y atrajeron la atención de Georgia O’Keeffe. A partir de ese momento visitó las exposiciones de pintores de vanguardias (como Picasso, Matisse o Cézanne), lo que le daría a la pintora el impulso para ir buscando su propio estilo. Nunca perteneció a ninguna escuela y prefirió su libertad artística y expresiva.

Durante un curso de verano en la Universidad de Virginia (Charlottesville), en 1912, conoció las teorías de Arthur Wesley Dow, sobre todo su obra Composition: A Series of Exercises in Art Structure for the Use of Students and Teachers. Este le ofreció una primera aproximación al arte abstracto y una interpretación de la estética japonesa. De nuevo por dificultades económicas comenzó a trabajar como profesora de arte. En 1915 impartió clases durante un mes en el Columbia College (Carolina del Sur) y dos años en Canyon, una pequeña ciudad de Texas. Allí, impresionada por el paisaje de los alrededores de su lugar de trabajo, realizó una serie de dibujos en papel con lápices de carbón. En aquel momento seguía en contacto y en intercambio con la escena artística de Nueva York, manteniendo correspondencia y recibiendo revistas como Camera Work (sobre fotografía contemporánea). En 1918 se trasladó a Nueva York por invitación del renombrado fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz. Stieglitz organizó la primera exposición individual de O’Keeffe con óleos y acuarelas que había completado en Texas, aunque la clausuró tres días después de la inauguración, debido a la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. No obstante, Georgia O’Keeffe tuvo la oportunidad de conocer al pintor John Marin y al fotógrafo Paul Strand, cuya fotografía le cautivó. Posteriormente también entabló amistad con otros artistas, como la pintora Frida Kahlo, el escultor Alexander Calder (con cuya escultura se muestra un pequeño diálogo en esta exposición de la Beyeler) o la artista japonesa Yayoi Kusama.

Stieglitz pidió a Georgia que posara para él, iniciando una serie de retratos y fotografías de desnudo, que pronto expuso en su galería. Iniciaron una relación sentimental y se casaron en 1924 en una pequeña ceremonia privada en casa de John Marin. Las más de 300 fotografías que Stieglitz tomó de Georgia O’Keeffe han pasado a la historia por ser de las primeras fotografías eróticas en la década de 1910 y principios de la de 1920. En 1978, O’Keeffe escribió al respecto:  «Cuando miro las fotografías que me hizo Stieglitz -algunas de ellas de hace más de 60 años- me pregunto quién es esta persona. Es como si hubiera vivido muchas vidas en mi única vida. Si la persona que aparece en las fotografías viviera hoy en este mundo, sería una persona muy diferente, pero no importa: Stieglitz la fotografió entonces«.

En 1918 O’Keeffe había comenzado a crear óleos, alejándose de las acuarelas en las que había trabajado principalmente a principios de la década de 1910, y siguió interesándose por las formas vegetales y orgánicas de sus primeros dibujos a carboncillo, pero representándolas a gran escala, tal y como hiciera Imogen Cunningham en fotografía. Ambas habían estudiado al fotógrafo Paul Strand y su encuadre de detalles. En 1924 pintó su primer cuadro de flores (Petunia, nº 2), que se expuso en 1925. En palabras de Georgia: «Una flor desencadena numerosas asociaciones. Extiendes la mano para tocarla, o te agachas para olerla, o tal vez la tocas con los labios sin pensar en nada. Pero rara vez uno se toma el tiempo de ver realmente una flor. He pintado lo que cada flor significa para mí, y las he pintado en grande para que otros puedan ver lo que yo veo». Nueva York fue muy importante para el reconocimiento temprano y la carrera de la artista y, si bien es cierto que la vida urbana no dejó huella en su arte, sí representó con maestría edificios neoyorquinos, como City Night, New York Night, en 1926 y Radiator Building Night, New York, en 1927, mostrando los rascacielos como fenómenos naturales que no tienen nada de constructivo y parecen más bien como visiones. O’Keeffe se había convertido en una de las artistas estadounidenses más conocidas y sus obras alcanzaban precios elevados.

En Nueva York comenzaron las estancias veraniegas en el lago George, en la casa familiar de Stieglitz. Una gran parte de las creaciones de O’Keeffe de los años 20 las pintó o las inició allí. En estos años encontró O’Keeffe su lenguaje visual, que hasta hoy en día resulta tan atractivo, actual y fuera de lo común. En 1929, viajó por primera vez a Nuevo México, en el suroeste de Estados Unidos, donde vivió en Taos durante cuatro meses. Allí, la naturaleza intacta le causó una gran impresión y le llevó a replantearse muchos aspectos de su vida y su obra. Decidió pasar sola cada año los meses de verano en aquel lugar, en los alrededores de Santa Fe, recogiendo piedras y huesos en el desierto y convirtiéndolos, junto con las formas arquitectónicas y paisajísticas distintivas de la zona, en el tema de su obra. Visitó por primera vez el Ghost Ranch al norte de Abiquiú en el verano de 1934 y se mudó a una casa en la propiedad de la granja en 1940. Los acantilados de diferentes colores de la zona inspiraron algunos de sus cuadros de paisaje más famosos. En 1977, O’Keeffe escribió: «crees que los acantilados están casi pintados para ti hasta que intentas pintarlos«. Entre los invitados que visitaron su rancho a lo largo de los años se encuentran Charles y Anne Lindbergh (ambos aviadores y ella, además, escritora), la cantautora Joni Mitchell, el poeta Allen Ginsberg y el fotógrafo Ansel Adams.

En las décadas de 1930 y 1940, la reputación y la popularidad de O’Keeffe siguieron creciendo, lo que le valió numerosos encargos. Su obra fue incluida en exposiciones en Nueva York y sus alrededores. Se realizaron dos retrospectivas de su obra, la primera en el Instituto de Arte de Chicago, en 1943, y la segunda, en 1946, en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Manhattan, siendo esta última la primera que el museo organizaba para una mujer artista. Ya en 1936, O’Keeffe desarrolló un intenso interés por el llamado Lugar Negro, situado a unos 240 kilómetros al oeste de su casa del Ghost Ranch, y produjo una extensa serie de pinturas del lugar en la década de 1940. O’Keeffe dijo a propósito de este lugar que «parecía una manada de elefantes de una milla de largo con colinas grises y arena blanca a sus pies». A veces, cuando pintaba allí, el viento era tan fuerte que le costaba mantener el lienzo en el caballete y cuando el calor del sol era demasiado intenso, se metía debajo de su coche para encontrar sombra. Georgia también pintó el Lugar Blanco, una formación rocosa blanca cerca de su casa, en Abiquiú (que compró como segunda vivienda en 1945). Aquella casa era entonces una hacienda abandonada a unas 16 millas al sur de Ghost Ranch. Poco después de que O’Keeffe llegara a Nuevo México para su estancia de verano en 1946, Stieglitz cayó enfermo y, en pocos meses, falleció. Los tres años siguientes los pasó mayoritariamente en Nueva York, gestionando su patrimonio, hasta que se trasladó definitivamente a Nuevo México en 1949.

O’Keeffe recibió títulos honoríficos de numerosas universidades y muchos premios. En 1962 fue elegida quincuagésima miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, y en 1966, miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. El Museo Georgia O’Keeffe de Santa Fe (Nuevo México) abrió sus puertas al público el 17 de julio de 1997 y, actualmente, cuenta con más de 1.000 objetos que datan de 1902 a 1984, así como fotografías y material de archivo. Murió el 6 de marzo de 1986 en su casa de Santa Fe con 99 años. Sus cuadros han sido descritos como bellos, elegantes, sensuales, emocionales, vitales, sensibles, femeninos, espirituales, frágiles, coloridos, eróticos y americanos. Pero su arte es mucho más complejo que todo lo que proyecta; la fuerza y vitalidad de sus colores, la claridad de las luces, tan fotográficas en ocasiones, la delicadeza de las formas, la musicalidad y el ritmo de sus composiciones y la poesía de la puesta en escena de sus cuadros, todo ello unido a su pasión por la naturaleza, los silencios y reflexiones de sus obras y el recogimiento de sus paisajes. Todo eso, es Georgia O’Keeffe.

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